La playa I

Desayuno

El motor del camión es encendido, las luces se apagan, el viaje de regreso a la ciudad comienza. Ariel, recarga su cabeza en el hombro de su amigo Antonio para poder conciliar el sueño; él es prisionero de la oscuridad mientras ella no puede dormir, recordando su primer viaje a la playa.

Dieciocho horas antes ellos arribaron a la terminal de autobuses Papagayo, bajo el cantar de las aves, comenzando la aventura para Ariel, quien había accedido a ir de viaje con Antonio tras haber padecido el abandono de su gran amor: Alberto.


Un ligero desayuno, compuesto por fruta y verduras frescas, marcó el comienzo. Ariel saboreaba cada porción de jitomate y lechuga que comía, mientras Antonio la veía sin cesar y sin pronunciar una sola palabra, siendo testigo esa vista maravillosa del mar resplandeciente que los aguardaba.

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La playa II

Inmensidad
(Viene de la parte I)

Con traje de baño puesto y bronceador en la mano, el par de amigos se dirigió a la alberca del hotel, mientras Antonio se disponía a tomar el sol, Ariel quedó asombrada ante la inmensidad del mar al cual no veía final, era mejor de lo que le habían contado; las gaviotas volando en el cielo azul, el cantar de las olas, la brisa que rosaba su piel y el sol enmarcaron el momento.

Las horas pasaron más rápido de lo esperado, Ariel vivía en un mundo jamás imaginado, al unísono de que Antonio veía cada gesto de impresión que en ella dibujada minuto a minuto.


La hora de estar en contacto directo con la playa comenzó, Ariel se posó descalza sobre a la arena para llevar en los pies esa sensación de caminar hacia el mar y sentir como el agua comienza a acariciar sus pies poco a poco. Tanta inmensidad la hacían sentirse libre como las gaviotas que volaban en el cielo, libre de cualquier recuerdo.

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La playa III

Silencio
(Viene de la parte II)

Y como nada es para siempre, la tarde estaba cayendo, dando la oportunidad de hacer lucir al señor sol al colorear el cielo con su inmensa luz, momento que contemplaron Ariel y Antonio sentados en la arena, sin decir palabra alguna.

El final llegó, el elevador fue sido programado para bajar a recepción del hotel, Ariel aprovechó el momento para agradecer a Antonio y sorprenderlo con un enorme abrazo, al cual él respondió con gran afecto.


El motor del camión es encendido, las luces se apagan, el viaje de regreso a la ciudad comienza. Ariel, recarga su cabeza en el hombro de su amigo Antonio para poder conciliar el sueño. Ella no puede dormir, recordando su primer viaje a la playa mientras él se lamenta por no haber expresado su amor a Ariel.

Raquel

La historia perfecta había llegado a su corazón. Después de esperar tanto tiempo Raquel encontró el libro que cautivo todos sus sentidos. Hoja tras hoja quedó fascinada por aquellas palabras que en su conjunto conformaban la perfecta novela de amor.

Un joven apuesto e inteligente había llegado a la vida de la protagonista, una mujer madura que esperaba con gran ilusión el amor, ilusión que inundó su vida tras ver por primera vez los ojos de su amado, mientras el corazón de Raquel se encendía letra tras letra.

Una tras otra vez Raquel no paraba de leer aquella historia, de la cual se sabía perfectamente los diálogos, como si ella la hubiera escrito. Sentada en una banca del parque central, durante un congelante  invierno, abrió por última vez el libro y se dio cuenta que sólo se trataba de hojas en blanco, donde ella por años había colocado la historia de su único amor, aquel que la llenó de alegría y que de repente la dejo.

Cansada y con la mirada perdida, Raquel se reprochó el jamás haberse dado la oportunidad de conocer a alguien más tras el abandono de su príncipe azul ,quien cabalgó junto a su doncella hacia la felicidad.

El fin de la historia se escribiría cuando las autoridades encontraron muerta a Raquel, con el libro de sus sueños entre sus brazos. 

Carta

Sin previo aviso partiste en el tren de las 00:15 horas. La Luna cuidaba tu camino con su inigualable brillo mientras tú te alejabas segundo a segundo, dejando atrás aquellos momentos inolvidables que vivimos junto al mar.

Los recuerdos vinieron a mí cuando desperté sintiendo un beso del viento que entraba por la ventana, beso con sabor a ti, como el que compartíamos aquella noche de año nuevo, donde borrachos de amor abrimos nuestras alas sin perder el piso.

El ensordecedor silencio de la noche me dejó escuchar el sonido del tren. Los primeros rayos del día me confirmaron tu partida. Ahora camino solo por la playa, sintiendo la brisa del mar que me abraza como tú lo hacías.

Escribo esta carta esperando llegué a tus manos. No hace falta decir más, pues tú sabes el resto. 

El final

Quinta parte

Envuelto en una cobija de intenso frío, en medio de la oscuridad de la noche, Luis se encuentraba inmóvil en el piso tras el mortífero ataque de las aves rapaces, quienes desde arriba ven la trágica escena, dibujando una sonrisa en su rostro.

Ensordecedores gritos de auxilio que nadie escuchaba eran dados por Luis. Todo parecía una pesadilla en la cual él trataba de moverse pero no podía. 

De pronto creyó escuchar una voz, levantó la mirada y se aterrorizó al verse en un túnel en cuya salida había una intensa luz. Volvió la vista a él, descubrió su cuerpo tirado en el piso y supo que era el final.

Luis caminó hacia la luz y al llegar a ella, por fin, sintió volar. El sueño que tanto anhelaba se había cumplido. 

Fin


Máscaras

Cuarta parte

Desesperado por alcanzar el cielo, Luis dejó de lado los consejos de Ulises y se aventuró a emprender el vuelo empleando una técnica especial para no volver a ser derrumbado por las aves rapases.

Con el fin de no ser descubierto por las aves malignas Luis pintó sus alas y colocó una máscara en su rostro, ocultando la blancura de su alma para convertirse así en parte de la parvada de pájaros malignos que impedían el paso al nivel más alto del cielo.

En pleno vuelo Luis cambiaba de máscara dependiendo del ave rapaz que se encontraba a su lado. Veces de envidia, soberbia o pereza, veces de ira, lujuria o avaricia, no importaba cual debía ponerse, pues el objetivo era encajar en la parvada para así desplazarse poco a poco a lo más alto del cielo.

Sin darse cuenta, Luis ya pertenecía a la parvada, donde las compañías destructivas habían raspado sus alas, dejando entrever la poca blancura que aún quedaba en su alma, lo que ocasionó que su plan fuese descubierto, desatando la ira de las aves rapases. 

Sigue en la quinta y última parte...